Volvemos de un domingo junto al lago. Empieza a anochecer. Al dar la vuelta en una curva salta un conejo. Yo sí creo en el azar. En el cielo hay una luna anaranjada que va subiendo mientras caminamos. Y nos sigue. “¿Por qué nos sigue la luna?”, les pregunté a nuestros padres que no recuerdo si me contestaron.
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