Toda la historia de México parece estar escrita exclusivamente desde el punto de vista racial. La discusión se reduce, en apariencia, a proclamar e imponer la superioridad de una de las dos razas, y lo peor es que no resulta una discusión doméstica, porque plumas extranjeras han intervenido y siguen interviniendo en la confección de nuestra historia, con muy aviesos fines.
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