La mejor forma de criticar al socialismo es dudar de la existencia de la sociedad. Eso fue precisamente lo que hizo Margaret Thatcher en 1987 cuando enunció el famoso epitafio al socialismo inglés del siglo XX: there is no such thing as society. Sin embargo, no hay mentira más grande. Sí hay sociedad, y todo proyecto político la necesita. Ni el individualismo más radical puede prescindir del sujeto colectivo que hace falta para crear un plan a futuro. Pero Thatcher escogió bien su blanco porque es cierto que el socialismo no ha sabido explicar quién o qué es la sociedad y, sobre todo, no ha sabido contestar con qué derecho la pone por encima de los intereses individuales en algunas ocasiones. El riesgo que se corre al no responder estas preguntas es poner en peligro la democracia y dejar que el socialismo se convierta en nacionalismo excluyente o en populismo.
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