No es fácil descifrar al gobierno de Enrique Peña Nieto. Por un lado parece que abraza la ortodoxia en materia económica al impulsar una agenda de reformas que buscan promover la competencia, la productividad y el crecimiento. Por el otro, sin embargo, propone políticas que pueden romper con esa ortodoxia. Lo más palpable y reciente es el cambio en materia de endeudamiento propuesto en el paquete hacendario, aprobado apenas hace unos días. Solicitó y se le concedió un monto de endeudamiento importante bajo la promesa de retornar al equilibrio luego de unos años, de acuerdo a la regla de balance estructural incluida y aprobada en el paquete. En este primer año de gobierno el presidente manda señales contradictorias y por eso resulta difícil ubicarlo como un reformador convencido.
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