Los agentes encontraron los cuerpos en el fondo de un barranco. 11, la cifra oficial. Eran lo que algunos llaman “personas inocentes”. Madres y padres anónimos, hijos todos, simples hojas de pasto en la pradera demográfica. Dos de ellos eran menores de edad. Algunos tenían el cráneo destrozado. Y, para rematar, todo a sabiendas de que en un país distinto, en un país con un Estado funcional, estos homicidios difícilmente habrían ocurrido.
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