He llegado felizmente a la edad en que las diferencias de género comienzan a esfumarse para agrupar a hombres y mujeres casi sin distinción en la etiqueta común de viejos. (Nada de plenitud ni edad dorada, ni esas fantasías fruto de la mala conciencia.) Eso no significa que se nos trate igual sino sólo que al menos compartimos ese nuevo criterio de discriminación. Desde un pasado remoto, y las opiniones no han cambiado mucho, las viejas daban motivo a chistes y cuentos burlescos mientras que los ancianos alcanzaban mayor grado de respeto.
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