¡Brotaste, al fin! Igual que un tumor maligno. Ávido de análisis. Urgido de cuidados. Propenso a la extracción quirúrgica a veces inconveniente. Querías que tu palabra fuera cáncer. Estabas al tanto: si corrías con suerte, crecerían a manera de células dañinas y desordenadas sin ninguna función aparente, con el único propósito de cimbrar la vida. Buscabas la metástasis para enfermarlo todo de palabra contagiosa. Imprimir marcas indelebles, cicatrices queloides, abultadas y obscenas que giran en los pensamientos ajenos sin detenerse. ¿Recuerdas aquella ambición? Ansiabas inflamar el alma y menoscabar el inservible sentido común. Generar cuerpos textuales diseminadores de afecciones como los de Bataille, Highsmith, Nietzsche o Cioran. Sabías bien que cualquiera que entra en contacto con el cáncer-palabra es perturbado por completo. No habría antídoto. Nunca lo hay. No existe tratamiento porque guarda en sí mismo la densidad de su concepción primigenia: el aliento virulento de sus padres.
Suscripción plus
Este artículo está disponible sólo para suscriptores
Si ya tienes una suscripción puedes iniciar sesión.
Después de iniciar sesión puedes refrescar la página presionado el siguiente botón.
Suscríbete

Suscripción plus
(impresa y digital)
1 año por $ 799 MXN
Entrega de la edición impresa*
Lectura de la versión impresa en línea
Acceso ilimitado al archivo
Contenidos especiales
*Para envíos internacionales aplica un cargo extra, la tarifa se actualizará al seleccionar la dirección de envío

Suscripción digital
1 año por $ 399 MXN
Lectura de la versión impresa en línea
Acceso ilimitado al archivo
Contenidos especiales
¿Eres suscriptor de la revista y aún no tienes tu nuevo registro?
Para obtenerlo, sólo tienes que validar tus datos o escribe a [email protected].