Hay en Ibsen un atributo que ningún escritor serio puede darse el lujo de soslayar. En él radica lo más central de su fuerza y en él he encontrado un hondo manantial de fortaleza. Y ello no es más que su persistencia en la total convicción de que ha de decir lo que tiene que decir y de que el público no va a tener más remedio que escucharlo.
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