La fila para abordar es la misma que para un avión, pero con menos seguridad. Pasa uno por arcos de metal, pero sin quitarse los zapatos. Las bolsas son revisadas con celeridad. Los dos lo pensamos: ¿ha habido algún atentado reciente en un barco? ¿Qué tan fácil es meter un explosivo? Nos queda la duda; tampoco sabemos si nuestras maletas pasan por algún tipo de inspección.
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