El autor de un libro es quien lo escribió. Parece difícil dudar de esta aseveración, pero mirada más de cerca, y bien sopesada, tal afirmación ya no resulta tan clara. Si soy yo quien se dedica a la investigación acerca de un tema y a través de la imaginación y el lenguaje escribo un libro en determinado tiempo que se supone es mío, entonces puedo asegurar, sin lugar a ambigüedades, que yo escribí ese libro.
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