El elevador original, incluido en el proyecto de Carlos Obregón Santacilia en 1933, tiene en la puerta izquierda una “R” invertida, y en la derecha una “M”. Se trata de letras grandes, trazadas con líneas rectas de acentos voluptuosos art decó, que resaltan en un metal pulido sobre la superficie áspera pintada de gris opaco de cada una de las puertas. Ese elevador vertical, ubicado en la columna sureste del Monumento a la Revolución, la misma que hoy alberga los restos de Lázaro Cárdenas, algún día llevó al mirador. Hoy sus puertas están selladas y el pequeño y ultramoderno artefacto que Obregón Santacilia colocó en su homenaje de piedra “A la Revolución, de ayer, de hoy, de mañana, de siempre” sirve para transportarnos, quizá, a algún momento del pasado. Nadie ha sabido responder la razón de que la “R” de la puerta esté invertida. Se antoja un detalle genial que da coherencia gráfica a un concepto, pero también podría tratarse de un error que se descubrió una vez que se desembalaron las cajas con las partes y se unió el armatoste. Sea como sea, esa “R” parece ofrecernos su mano y guiarnos por las entrañas de este elocuente amasijo de contradicciones que es el Monumento a la Revolución Mexicana.
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