En el espectáculo de la izquierda mexicana escuchamos sobre todo las quejas y rechiflas del público más selecto, ese conglomerado de críticos bien posicionado en primera fila. Para mí queda claro que la mayoría de los críticos de la izquierda prefieren al toro que al torero. Es su derecho. El problema son sus argumentos, que hoy por hoy repiten lo que decían en 1990, como si el quinquenio 2007-2012, global y salvaje, no hubiese existido. Hipótesis: la mayoría de los críticos de la izquierda es más anacrónica que la izquierda misma.
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