Cuando no se tiene con qué entender lo que pasa, la metáfora sufre. Así ocurre hoy ante el terror, que nos lleva a declarar con precipitación iniciadas las hostilidades del siglo XXI en una guerra sin enemigo al frente, o a desenterrar las más vetustas e ineficaces teorías de las clases y sus luchas para no hacernos cargo plenamente de la solidaridad a que obligan el horror y el dolor entre los que se debate el pueblo norteamericano
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