Si alguien no podía imaginar el rumbo que tomaría el primer año de este sexenio, ese era Enrique Peña Nieto la noche del 1 de julio mientras celebraba su victoria en la sede nacional de su partido. El triunfo había resultado más estrecho de lo esperado, su partido no tendría mayoría en las Cámaras y López Obrador tenía los votos suficientes para volver a impugnar la elección presidencial. Concluía con éxito su campaña, es cierto, pero el proceso electoral había vuelto a polarizar a la sociedad. El panorama lucía complicado.
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