Hay tres causas centrales que explican la falta de reformas estructurales para promover el desarrollo de México: la falta de claridad y consenso sobre qué hacer; el atrincheramiento de grupos de interés que bloquean reformas que los afectan; y la creciente debilidad presidencial para empujar una agenda reformista en un entorno de fragmentación democrática y de más actores con poder de veto. De ellas, quizá el obstáculo mayor lo constituyen los grupos de interés o poderes fácticos que concentran enormes recursos económicos, legales y políticos para detener y posponer cambios al statu quo.
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