El ser mujer se juega a partir de un considerable repertorio de excesos y déficits. Curioso vivir con una denominación ontológica que deriva del exceso y la falta. De niña, a mí me sobraban y faltaban multitud de cosas. Me sobraba fuerza. Hasta tercero de secundaria les podía ganar en “venciditas” a los hombres y a todas las mujeres. Esto hacía que los niños corrieran cuando me acercaba. Prefería ese vacío a perder en cualquier juego que involucrara la fuerza o el cuerpo. Mi padre me enseñó que cuando uno juega es para ganar, cuando uno vive es para ser solidario y acompañar. En mi vida el juego ha sido central: he jugado todos los días, juego a ser directora, juego a ser maestra, juego a ser mujer.
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