La selva de la explotación capitalista, la de los pastizales rentados a los campesinos para la engorda ganadera y la de los monocultivos de palma africana y hule, con incontables hectáreas ejidales en la región de Marqués de Comillas vinculadas a la producción industrial. Y la selva del conflicto social, que revela la tragedia de fondo, la de los miles de jóvenes campesinos indígenas de las comunidades que rodean la única selva alta sobreviviente en México, muchachos que la miran como su única alternativa de acceso a la tierra y al trabajo.
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