La segunda Roma, erigida por el emperador Constantino, el primero en aceptar (e imponer después) la religión cristiana, fue la capital del Imperio Romano de Oriente que evitaba los largos viajes desde Palestina y Tracia a Roma. Constantino remodeló y dio templos y palacios imperiales un poblado llamado Bizancio, a orillas del Mar Negro, sobre el estrecho por donde entra el Mediterráneo, fue llamada Ciudad de Constantino, en griego Konstantinu Polis, que los españoles, como nunca oyen bien, dejaron en Constantinopla.
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