Hace cuatro años, en 2003, cuando apenas estaba entrando
en su quinta década, Luis Ignacio Helguera murió. Ahora, en
2007, cuando aparece este libro de título impronunciable,
{Zugzwang}, mismo que alcanzó a entregar al editor, al cual —para
esta publicación— se le han agregado una sección de poemas dispersos,
sueltos y no coleccionados, parece definirse el retrato de una
escritura y una persona evanescentes y elusivas. Se trata de un libro
triste, doloroso, no sólo por la circunstancia
póstuma sino por su tono y su sentido.
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